La Química orgánica es la rama de la química que estudia una
clase numerosa de moléculas que en su gran mayoría contienen carbono formando
enlaces covalentes carbono-carbono o carbono-hidrógeno y otros heteroátomos,
también conocidos como compuestos orgánicos. Debido a la omnipresencia del
carbono en los compuestos que esta rama de la química estudia esta disciplina
también es llamada Química del carbono.[1] Friedrich Wöhler es conocido como el
padre de la Química orgánica por reportar la síntesis de la urea, sustancia con
alto contenido ñde nitrógeno presente en la orina.
La química orgánica se constituyó o se instuyo como
disciplina en los años treinta. El desarrollo de nuevos métodos de análisis de
las sustancias de origen animal y vegetal, basados en el empleo de disolventes
como el éter o el alcohol, permitió el aislamiento de un gran número de
sustancias orgánicas que recibieron el nombre de "principios inmediatos".
La aparición de la química orgánica se asocia a menudo al descubrimiento, en
1828, por el químico alemán Friedrich Wöhler, de que la sustancia inorgánica
cianato de amonio podía convertirse en urea, una sustancia orgánica que se
encuentra en la orina de muchos animales. Antes de este descubrimiento, los
químicos creían que para sintetizar sustancias orgánicas, era necesaria la
intervención de lo que llamaban ‘la fuerza vital’, es decir, los organismos
vivos. El experimento de Wöhler rompió la barrera entre sustancias orgánicas e
inorgánicas. Los químicos modernos consideran compuestos orgánicos a aquellos
que contienen carbono e hidrógeno, y otros elementos (que pueden ser uno o
más), siendo los más comunes: oxígeno, nitrógeno, azufre y los halógenos.
En 1856, sir William Henry Perkin, mientras trataba de
estudiar la quinina, accidentalmente fabricó el primer colorante orgánico ahora
conocido como malva de Perkin. Este descubrimiento aumentó mucho el interés
industrial por la química orgánica.[2]
La diferencia entre la química orgánica y la química
biológica es que en la química biológica las moléculas de ADN tienen una
historia y, por ende, en su estructura nos hablan de su historia, del pasado en
el que se han constituido, mientras que una molécula orgánica, creada hoy, es
sólo testigo de su presente, sin pasado y sin evolución histórica.
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